Algunos se preguntarán cuál es el objetivo o los beneficios de concurrir a estos talleres. Casi todos los lenguajes artísticos poseen cualidades terapéuticas como satisfacción, relajación, evasión, divertimento…, solo por eso, ya es valioso participar. Pero más allá de pasar un buen momento, el Arteterapia transporta a cada persona a un estado muy propio, íntimo, de conexión, escucha, creatividad y disponibilidad para sí misma. Lo cierto es que el arte sensibiliza y, conducidos por el impulso creativo, conflictos, miedos, angustias, necesidades, frustraciones, afloran; pero también talentos, anhelos, sueños y altos niveles de creatividad…, se hacen presentes. Salen a la luz aptitudes que se desconocían y, también, emergen emociones reprimidas, que pueden ser responsables o el origen de estados psicológicos negativos o bloqueos creativos.
El Arteterapia invita a un proceso de autodescubrimiento. En cada encuentro, el arterapeuta ofrece diferentes materiales o herramientas de expresión artística, propone determinados ejercicios que estimulan el inconsciente con los que cada uno trabajará libremente, y da algunas consignas que permiten ir descubriendo el propio mundo interior. En un clima libre de juicios, cada uno trabaja en conexión con su obra de manera espontánea, consciente y sincera. En la revista Inspira, de la Asociación Profesional Española de Arteterapeutas, se refieren a las sesiones “como un lugar de silencio, escucha e introspección. Lugar para conectar con lo más íntimo a través de la realización de obras y de la puesta en palabras, en diálogo o con el grupo, y con el terapeuta”.
Hay que destacar que en este proceso no se busca hacer una obra de arte, ni aprender a pintar o desarrollar habilidades artísticas. El propósito es activar la conexión con el inconsciente. El Arteterapia estimula la creatividad de cada persona para que se permita imaginar y soltar lo que lleva dentro para que le hable y hable al mundo.
En los últimos minutos, hay un momento de autoevaluación para que cada uno contemple su obra y haga una reflexión consciente de lo que surgió de su inconsciente. Aunque se compartan los resultados con el terapeuta o con el grupo, solo el autor interpreta su trabajo, solo él sabe lo que significa.
En esta instancia no se juzga la obra desde lo estético o académico. El valor está en lo que la persona plasmó, lo que ve reflejado de su mundo interno, lo que rescata de su proceso, lo que descubre y los cambios que se producen dentro de ella. Incluso, no es obligatorio hablar si no se desea, cada uno tiene sus propios tiempos. Enfrentarse a un bloqueo y soltar lo que ata, no sucede por arte de magia en una hora y media, es un proceso que hay que transitar con paciencia y amorosamente. La expresión artística es la base para tomar conciencia y comenzar a efectuar cambios saludables en la propia vida.
Creo que las palabras de Eileen Caddy cuando alienta a rezar, pueden ser tomadas cuando alguien inicia el camino arteterapéutico: «Ten la expectativa de que todas tus necesidades serán satisfechas, todas tus preguntas respondidas, que habrá abundancia a todos los niveles y que crecerás espiritualmente». Porque el arte es una forma de rezo, de conexión con nuestra sabiduría profunda, con nuestra llama sagrada.